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Tenía muchas ganas de hacer esta entrada, sobre todo después de haber recibido por los diversos canales (facebook, whatsapp, mail) algunas “pseudomedidas de ahorro energético” que, sin pies ni cabeza, ahorraban energía de manera milagrosa. Incluso venciendo mi reticencia inicial, me animé a ponerlas en práctica, pese a que la gran mayoría carecen de lógica física, con el consiguiente fracaso y pérdida de tiempo.

Y, como dijo filósofo Diógenes, el movimiento se demuestra andando, he realizado un video sobre una medida de ahorro energético con explicación física y que desde hace más de 2 años tengo puesta en casa y que funciona.

En el video he pretendido, de manera muy rústica pero muy clara, daros un ejemplo de que la eficiencia energética puede llegar a ser muy rentable. El coste de esta medida es prácticamente nulo.

Desde que la pusimos hemos notado que la factura de calefacción ha descendido en torno a un 15-20%, un ahorro de 500 kWh, 35 € cada 2 meses, IVA incluido.

Lo comparto con vosotros, para que lo apliquéis y empecéis a ahorrar dinero, que está la vida muy achuchada.

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Estos días atrás me tocó sacrificar un día de descanso para hacer la limpieza integral del frigorífico de casa. Mientras estaba “a la faena” pensé en lo agradecido que es este electrodoméstico y lo poco que, en ocasiones, lo cuidamos. Así, me planteé hacer una entrada para ofrecer algunos consejos de cómo y por qué poner nuestra nevera en “estado operativo”, o como decía un buen amigo mío “ponerlo en órbita”.

El frigorífico es el “líder” de los electrodomésticos que tenemos en casa. Pese a no tener una potencia alta (unos 200  watios), su funcionamiento casi constante le convierte en el equipo con mayor consumo energético de la vivienda, con un 18,9% de la facturación eléctrica, según datos facilitados por el IDAE, tal como reflejamos en nuestro estreno en el blog, “El consumo energético en el sector residencial”.

En función del consumo eléctrico, los electrodomésticos tienen el consumo que reflejamos en la siguiente tabla.

Así pues, si queremos ser eficientes y ecológicos debemos empezar por él.

A la hora de adquirir un frigorífico

 Ya estamos todos familiarizados con la etiqueta energética, que forma parte de nuestra cultura actual.

 Los frigoríficos domésticos suelen tener la calificación A+, A++ y A+++. En función de la calificación energética, tendríamos que:

  • Un frigorífico de la clase A+ consume un 42% de lo que consumiría el mismo equipo de clase D-E, es decir, un ahorro de un 58%.
  • Un frigorífico de la clase A++ consume un 30% de lo que consumiría el mismo equipo de clase D-E, es decir, un ahorro de un 60%.
  • Un frigorífico de la clase A+++ consume un 24% de lo que consumiría el mismo equipo de clase D-E, es decir, un ahorro de un 76%.

 Lógicamente, cuanto mayor es la calificación energética, mas caro es el electrodoméstico.

 El caso particular de los refrigeradores es que en ocasiones se pueden mostrar hasta 10 clases de eficiencia, como es en los equipos de refrigeración por absorción. Estos equipos funcionan con tecnología distinta a los convencionales, que son de compresión. Su principio de funcionamiento los hace más silenciosos.

Número de estrellas de un frigorífico

 Sabemos que a mayor número de estrellas en el equipo, mayor es la calidad del electrodoméstico, pero a menudo no sabemos qué significa cada estrella. El número de estrellas indica la capacidad de conservación y congelación de los alimentos, tanto en temperatura como en número de días.

 Cada estrella que tenga el refrigerador equivale a -6º C. Así pues, en función del número de estrellas tendremos que:

 También es importante la capacidad del frigorífico y el número de usuarios que lo van a utilizar habitualmente. Siempre tendemos a sobredimensionar el tamaño del equipo, mediante la premisa “mejor que sobre que no que falte”. El problema, aparte del sobrecoste de adquisición de un equipo más grande, es que si el frigorífico está lleno “a medias” desaprovechamos el frío generado por el equipo y el enfriamiento es más ineficiente.

 A modo de resumen de compra, los tipos más usuales de frigoríficos y sus características se resumen en la siguiente tabla (hacer clic en la imagen para agrandarla):

Mantenimiento y trucos para una mejor eficiencia de nuestro frigorífico

 A pesar de requerir un mantenimiento mínimo, podemos optimizar mejor el rendimiento de nuestro equipo con pequeños gestos y recomendaciones, para algunos conocidas ya.

  •  Es recomendable ubicar el aparato en la pared norte de la vivienda, alejado de fuentes de calor, en lugar fresco y bien ventilado. Habitualmente esta solución no es sencilla, debido a que solemos “encastrar” nuestro equipo en la cocina, pero si se tiene la posibilidad, se pueden conseguir importantes ahorros. No obstante, para una buena refrigeración del condensador, debemos separar el frigorífico de la pared al menos 15 centímetros.
  • Colocar los alimentos de forma que el aire pueda circular libremente por todas sus paredes. Esto facilita el tiempo de enfriamiento del alimento introducido. En los frigoríficos “combi” la parte inferior del frigorífico es la parte mas fría del mismo.
  • Abrir la puerta del equipo únicamente cuando haga falta y durante el tiempo necesario. En muchas ocasiones, abrimos la puerta de la nevera y nos quedamos tranquilamente decidiendo el menú de hoy, o la merienda de los niños. Según el Ministerio de Industria, este simple gesto de pensar qué comer o qué beber, genera unas pérdidas de frío en las neveras de un 7%.
  • Si el frigorífico no es “no frost”, se debe descongelar el congelador cuando las paredes del mismo alcancen un grosor máximo de unos 3 mm. Una capa de 3 mm de espesor de escarcha incrementa en un 30% el consumo del frigorífico.
  • Ajustar el termostato para que la temperatura en el frigorífico se sitúe entre 4 ó 5º C y la del congelador entre los –15 y –18º C. Temperaturas inferiores resultan inútiles para conservar los alimentos y el consumo de energía se incrementa un 5% más por cada grado menos que le añadamos.
  • Una vez al año debemos limpiar el condensador, o sea la parrilla de la parte posterior del frigorífico, pasándole la aspiradora con el fin de eliminar el polvo que se acumula en ella y que provoca su actuación como aislante y dificulta la transmisión de calor.
  • Vigilar el estado de las gomas de las puertas y comprobar su cierre hermético.
  • No colocar alimentos calientes en el frigorífico.

 Un truco muy interesante, en lugar de descongelar el alimento a temperatura ambiente, es descongelar los alimentos congelados en la nevera al menos 24 horas antes de ser consumidos. De este modo tendremos ganancias de frío, emitidas por el producto congelado, evitando así que se ponga en funcionamiento el compresor.

Cuales son las causas mayores de pérdidas de frío

 La causa principal de pérdida de frío de un frigorífico es el aislante del mismo. Los frigoríficos de más calidad cuentan con mejores aislamientos de sus equipos.

 Como podemos ver en el dibujo, la principal causa de la pérdida de frío de un frigorífico o congelador se debe al aislante. Así, las clases más eficientes cuentan con mejor aislamiento de los equipos. En orden descendente, luego está el introducir los alimentos calientes en su interior, que eso ya es cosa nuestra y hemos comentado anteriormente, el hermetismo del la junta de la puerta, el número de aperturas y el tiempo de apertura de las puertas del frigorífico y luego pérdidas diversas.

Hemos podido ver como, con unas simples pautas y un mínimo esfuerzo, podremos ahorrar energía y conseguiremos alargar la vida útil de nuestro electrodoméstico.

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Siguiendo con nuestro artículo anterior, en el que indicábamos qué era la eficiencia energética, a grandes rasgos, rescatamos el concepto de dónde empieza la eficiencia energética y qué podemos conseguir con ello.

Partiendo de nuestro axioma, que dice que “eficiencia energética es la relación entre el Máximo Confort con el Mínimo Consumo” o la “Máxima Calidad con el Mínimo Coste”.

En primer lugar, todo parece indicar que lo primero que tenemos que saber es CUANTO gastamos. Los “muchos”, los “pocos”, los “bastantes” y los “demasiados” no son sistemas de medida que nos puedan arrojar un dato lo suficientemente fiable como para establecer una comparativa en el tiempo.

Así pues, la premisa primordial es MEDIR. No importa de lo que estemos hablando. En definitiva, medir se basa en comparar algo con un patrón establecido y en nuestro caso puede ser comparar nuestro consumo mensual con respecto al mes anterior, en parecidas circunstancias de uso.

Generalmente, cuando hablamos de ahorro energético, hablamos de calor, de energía eléctrica, de combustible, de agua.

Para hacernos una idea de lo que consumimos, podemos tomar como referencia de uso estos medidores (que casi todos tenemos en nuestras viviendas). Ellos nos sirven para darnos una idea de la cantidad energética que consumimos en un intervalo determinado de tiempo.

Pero estas lecturas nos indican exclusivamente la cantidad de energía que hemos gastado durante un período de tiempo, pero no nos van a facilitar muchos datos más.

Para conocer datos más profundos requeriremos equipos más sofisticados que nos arrojen algo más de luz sobre nuestro entorno. A título meramente informativo, mostramos algunos de los más usuales utilizados en una auditoría energética.

Generalmente, los equipos de medida con cierta precisión son muy caros para instalar en una instalación individual, aunque en ocasiones se están empezando a comercializar equipos a muy bajo coste (el analizador de redes empotrado en carril DIN, por ejemplo).

Una vez que sepamos lo que consumimos debemos de plantearnos dónde y como reducir nuestro consumo energético. Podemos tomar las siguientes medidas.

  1. Analizar el sector al que nos estamos dirigiendo. No es lo mismo el consumo que hay en una vivienda, que en una oficina o una industria. Las posibilidades de ahorro siempre son distintas, tanto a nivel de sector genérico como de zona climática, pero sobre todo a nivel individual.
  2. Análisis de nuestro consumo, hábitos de consumo y costumbres “poco energéticas”. Equipos de climatización o calefacción encendidos sin ningún tipo de regulación, iluminación excesiva o poco eficiente, sistemas de agua poco eficaces, así como un nulo control de nuestros sistemas provocan un chorreo permanente de gasto energético y, consecuentemente, de dinero.
  3. Promover el ahorro energético con medidas sencillas y de coste ínfimo e incluso nulo. Echarle imaginación, aplicar sentido común. Gestos como subir un grado el termostato de la refrigeración o bajarlo un grado el de la calefacción puede suponer un importante ahorro sin una merma de confort significativa. Flexibilizar el encorsetamiento de corbatas y chaquetas en verano, fomentar la ventilación natural a primera hora de la mañana y última de la tarde (incluso ventilación nocturna) con el fin de reducir la carga térmica de la estancia o edificio.
  4. Analizar nuestra tarifa energética. No siempre tenemos la que más nos conviene, e incluso tenemos contratada más de la necesaria para evitar tener problemas de cortes de luz o de sobrecostes por exceso de potencia. Un histórico de nuestra facturación energética nos ayuda a desvelar algunas claves estacionales de nuestro consumo. No obstante, nos interesa conocer nuestra curva diaria de consumo, para saber dónde y cuando consumimos más y estudiar la forma que hay de poderla reducir. Verifiquemos que los consumos que nos marca la factura son reales y no son solo los que dice la compañía energética.
  5. Evitar los consumos pasivos. Generalmente, un 30-40% de los consumos que se producen suelen producirse en horas de “no utilización”. Es decir, derrochamos energía a mansalva. Es importante monitorizar para conocer qué sistemas están operando y cuando.
  6. Evitar la energía reactiva y los armónicos. La energía reactiva es una energía que no se utiliza. Viene motivada por arranques de equipos eléctricos y electrónicos, como motores, equipos informáticos, fluorescencias, etc. La energía reactiva desvirtúa la calidad de la red, provoca calentamiento de los cables y está fuertemente penalizada por las compañías eléctricas. En cuanto a los armónicos, producen fluctuaciones en la red que pueden llegar a provocar el mal funcionamiento de equipos electrónicos. Debemos “limpiar” nuestra red eléctrica para un mejor aprovechamiento de la misma.
  7. Concienciación, información. Ser realistas de que los costes por consumo energético siempre van a subir. Tomar conciencia de que todo lo que podamos reducir irá en nuestro propio beneficio.

Hacer partícipes a nuestro entorno de nuestros objetivos, nuestros logros, nuestras medidas a tomar. Implicar al personal a nuestro cargo, con información y participación proactiva del personal.

Actualizarse con métodos y recursos a implementar. Pequeños “trucos” para reducir energía, sopesar la posibilidad de implantar energías renovables, controlar y sistematizar nuestros sistemas.

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Llega el calor, y con él nuestros precios de consumo eléctrico motivados por el uso de equipos de acondicionamiento de aire.

Con la intención de intentar minimizar el impacto que esto supone en la factura de la luz, avanzamos algunos consejos para sacarle más rendimiento a nuestra instalación.

En primer lugar y como consejo para todos, es recomendable el uso del ventilador. El movimiento de aire provoca sensación de frescor, de hasta un 5% de la temperatura que hay en el recinto. Hacerlo a primera y última hora de la tarde puede suponer arrancar los equipos de climatización más tarde.

Si aún no has adquirido un equipo de aire acondicionado, recomendamos decantarse claramente por un equipo cuya etiqueta energética se A+ o A++. Estos equipos suelen ser un poco mas caros pero a la larga resultan mucho más rentables que otros con otra calificación energética más baja.

Los equipos con denominación “INVERTER” tienen la ventaja de ir dotados de dispositivos de velocidad variable, que permite que el equipo disminuya su potencia frigorífica para adecuarla a las condiciones requeridas en el momento, sin ocasionarle una pérdida de rendimiento significativa, evitando de este modo paradas de funcionamiento y posteriores arranques del compresor, que son los que motivan principalmente los picos de consumo del sistema.

Una vez adquirido el equipo, resulta recomendable que sea instalado en la fachada cuya influencia del sol sea la menor posible (preferentemente en la fachada orientada al norte) o protegerlo de los rayos del sol que puedan incidir directamente en él). De este modo el salto térmico será menor y la potencia necesaria disminuirá.

Ajustar el termostato a una temperatura no inferior a 25º C. La diferencia de temperatura entre el interior y el exterior no debe ser mayor de 12º C, con peligro para la salud, ya que el contraste que supone para el cuerpo humano el tener que adaptar sus condiciones a dos ambientes tan diferenciados pudiendo causar trastornos. Además, el consumo aumenta un 10% por cada grado de temperatura, esto es, cada grado menos de temperatura supone un incremento de consumo de un 10%.

Limpieza periódica de los filtros. La acumulación de polvo y suciedad facilita la aparición de gérmenes y obliga al ventilador a trabajar por encima de lo necesario, forzando su funcionamiento y aumentando el consumo energético. La limpieza es muy sencilla, tan solo con agua y se debe realizar al menos una vez o dos al mes.

Si el equipo dispone de funciones de encendido y apagado automático y otras funciones que contribuyan a aumentar el confort y el ahorro energético, utilícelas. ¡¡Sáquele el máximo partido a su equipo!!

Mantener el termostato alejado de fuentes de calor, como pueden ser lámparas incandescentes, etc. Evitar que los rayos del sol incidan en el termostato para evitar que opere con lecturas falsas, desvirtuando su funcionalidad.

Refrigerar las estancias a primera y última hora del día con ventilación exterior, abriendo puertas y ventanas. Es gratis y colabora para conseguir el enfriamiento de los elementos de la estancia que, al tener mayor inercia térmica, más tardarán en calentarse cuando empiece la sala a coger temperatura.

Evitar que el aire acondicionado esté encendido mientras están abiertas las ventanas y las puertas. Desconectar el aire acondicionado cuando no haya nadie en la estancia durante periodos superiores a 5 o 10 minutos.

Disfrutemos con cabeza.

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